martes, 15 de enero de 2013

Parte 8. Julieta




Julieta, un nombre muy adecuado para una grillo tan distinguida.

Ella era un grillo muy tradicional, algo delgada, con grandes ojos, pero un más grande sentido del humor. Ella tenía su propia manera de ver la vida, inventaba definiciones para las cosas que ya las tenían, y cuando tu le preguntabas algo, y ella sacaba de su diccionario particular la respuesta, lo decía tan segura que no te quedaba duda que era  la verdad, y eso era, su verdad. Que importante es que todos tengamos una verdad personal.

La conocí en una circunstancia dolorosa para mí, estaba lastimado de un ala y no podía volar.  Eso me tenía desconsolado, sentía que había perdido todo mi mundo, estaba inmerso en una depresión donde ya nada tenía sentido. Nos engañamos en falsas seguridades, que lo que nos define es lo que hacemos o mucho peor, con quien estamos, en vez de definirnos que es lo que somos.

Julieta era muy sencilla, con una mente muy activa, iba haciendo de su vida un lugar seguro, controlado.

Ella llegó a sanar mis heridas con una sonrisa.

En mi miedo por haber caído, ella me enseñó a volar sin alas.

Yo no estaba en sus planes, y tampoco estaban el perder la cabeza. Locura, muchos dicen que se llama lo que nos pasó.  Ese acercarse al fuego sin pensar en los riesgos, para tratar de darle un nombre al color del corazón de la flama.

Pero uno debe aprender a sanar las heridas antes de volar, porque el costo es grande, y generalmente termina uno lastimándose y lastimando a los demás.

Yo pensé que ella quería reparar mis alas, ella quería reparar mi corazón.

Y en mi egoísmo, yo solo pensaba que quería  regresar a volar, aunque esto significara dejar a Julieta, que era lo que en  realidad quería, y eso es lo peligroso de los sueños que nos hacemos despiertos, porque los creamos desde nuestros miedos, frustraciones y carencias, y los volvemos nuestras metas, y no nos detenemos a pensar si en realidad son nuestro destino, no las revisamos para comprobar que siguen vigentes.

La perdí, no de manera definitiva, porque lo único definitivo es la muerte, cuando  me fui volando, la traicioné  a ella, traicionándome a mí al mismo tiempo, rompiendo su corazón.

Hoy cuando la noche pasa silenciosa y la mañana se anuncia con una estrella que lucha por brillar contra la claridad del cielo, pienso en ella, la grillo Julieta y anhelo en lo profundo de mi alma, buscarle nombre nuevo al color del  corazón de la flama, junto a ella...

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